sábado, 12 de mayo de 2012

¿De qué idea de "hombre" hablamos?

¿Qué tipo de educación?, ¿en qué clase de institución?, ¿con qué objetivos?, ¿con qué fines?, ¿para obtener qué?, ¿qué estilo de vida?, ¿con qué intención?... Y podemos seguir con una serie muy larga de preguntas.

Al momento de realizar una elección o de tomar una decisión importante para nosotros, un aspecto fundamental a considerar es preguntarse acerca del concepto o de la idea de "hombre" de la que partimos. De eso dependerá gran parte de nuestras respuestas. Este concepto de hombre podría relacionarse también con el conocimiento de uno mismo y de la propia historia, del reconocimiento de los hitos significativos de la vida, de lo que es necesario o de los valores personales. Con esta consideración estaremos mucho mejor preparados para iniciar una búsqueda o para encontrar una respuesta. Sería un camino interior inicial (considerando aspectos del afuera, por supuesto) para tomar una decisión que repercutirá en lo externo, en lo social.

Lo que complica las cosas suele ser el dejarse llevar por una idea de proyecto o de hombre que en realidad pertenece a otro. Siguiendo esa idea, terminaríamos trabajando para otro, dedicando energía en algo que en lo inmediato o en lo lejano nos pertenecerá. Claro que muchas veces cuesta darse cuenta de que uno está construyendo algo que no es del todo propio. Y no es fácil porque la identidad no es acabada ni limitada, sino todo lo contrario, es dinámica y en permanente posibilidad de ser. También por esto último es que no podemos pensar hacia el futuro solo a partir de lo que ya construimos o a partir de las aptitudes, habilidades o intereses que hasta el presente supimos identificar. Debemos considerar, además, lo que podemos llegar a ser y a desarrollar. Tampoco es fácil porque tomar decisiones complejas nos ubica en una encrucijada de incertidumbres, ideales, pensamientos, miedos y ganas, entre otras.

Y frente a este panorama, ¿qué hacer, cómo actuar? la tentación de buscar respuestas afuera existe y nos hace creer que así será todo más fácil. Puede que resulte, pero también puede que no. El riesgo está en no elaborar algo que en definitiva va a ser de uno. Podríamos relacionarlo con varios ejemplos, de hecho: no es lo mismo vender algo que conocemos y de lo cual estamos convencidos que un producto que no nos "cierra" y tampoco es lo mismo contar una historia personal que una vivida por otra persona. Contar la propia historia contiene mucho más, es más creíble, más interesante.

Sería algo así como ir en vías de convertirse en uno mismo, en apostar a nuestra subjetividad, a nuestra esencia, a aquello que nos hace ser nosotros mismos. ¿Nos conectamos con quienes realmente somos o nos conectamos a una máquina de ideales ajenos? ¿Quién da más?

No hay comentarios: